Seis años tuvieron que pasar para que el hincha cruzado, aquel que ha sido el blanco de las burlas, pudiera gritar nuevamente “campeón”, que al igual que en 2010, festejó en su casa, en San Carlos de Apoquindo.
Más de 12 mil almas eran
testigo del partido que jugaban Universidad Católica y Audax Italiano. Al mismo
tiempo, en Rancagua, O’higgins y Universidad de Concepción, lo que mantenía con
muchas ansias a todos, ya que si ganaban los locales eran campeones del fútbol
chileno. Los cruzados tenían que ganar y esperar a que el Capo de Provincia
cayera para levantar la copa.
El ambiente en San Carlos de
Apoquindo era de nervios y no había hincha que no se comiera las uñas. Muchos
con los audífonos en el oído también pendientes de lo que pasaba en Rancagua;
otros preferían enfocarse en lo que pasaba ahí mismo. Todos sabían que Católica
no dependía de sí mismo, lo que podría nuevamente causar el ‘bullyng’ clásico
que se han ganado porque su equipo ha salido segundo o simplemente en los
momentos decisivos han tendido a decepcionar.
Entre los asistentes, estaban
íconos del club como Arturo Norambuena, Mario Lepe y Juvenal Olmos, hombres que
fueron campeones con Católica en épocas diferentes, pero aún así observaban
junto a todos quienes también cantaban y alentaban, pero lamentablemente, en
los primeros minutos, la suerte diría lo contrario: Audax abriría la cuenta y
el estadio se fue abajo por varios minutos. Independiente si O’higgins perdía
–como lo estaba haciendo en ese momento- no les servía ese resultado, tenían
que ganar. El DT de la Franja, Mario Salas, seguía apoyando a sus jugadores
para que corrieran cada vez más. Recordar que el “Comandante” había perdido
tres veces antes una definición de último momento, lo que le podría traer
consecuencias negativas en caso de perder.
Pasaban los minutos y el
primer tiempo. La gente en el estadio fue a comprar el clásico sándwich del
entretiempo y otros fueron por un café. Ese día estaba nublado, pero frío no
hacía entre la fanaticada que se frotaba las manos de ansiedad.
Ya en el segundo tiempo y con
la mejore del equipo, el hincha volvió a despertar por completo, sobre todo con
el gol que marcó David Llanos y que le permitía seguir vivos. O’higgins seguía
perdiendo y estaban a un solo gol de lograr lo imposible. A mitad de semana
habían perdido ante San Luis de Quillota, lo que no les permitía depende de sí
mismos.
Entre hinchas se preguntaban
cómo iba el partido en Rancagua, lo mismo en la banca cruzada, que con un
celular veían el partido y le iba diciendo lo que pasaba a Salas. Había una
oportunidad más, la última que les quedaba para ganar el campeonato y quedaban
solo 15 minutos.
Ya en los últimos instantes,
José Pedro Fuenzalida coloca el 2-1 hace explotar al estadio. La gente
comenzaba a llorar y a entusiasmarse, era real todo lo que estaba pasando y tenían
la posibilidad de ser campeones nuevamente. La banca salió por completa a la
cancha pero al mismo tiempo con la incertidumbre de que aún quedaban minutos
por jugar.
Final del encuentro y las 12
mil almas se dividían entre los que se sintieron campeones y entre los que
ahogaron el grito porque aún quedaban dos minutos en el Teniente de Rancagua.
Todos pendiente de alguna radio pero nada se escuchaba con los gritos, hasta
que se confirmó que el partido también terminó y ahora sí había razones para
celebrar.
La gente estaba con llantos y
caras llenas de felicidad. Por su parte, el plantel se abrazaba y cantaban
junto con la hinchada, hasta que llegó el momento más preciado, cuando se
reúnen entre todos, ya con sus medallas colgando en el cuello y comienzan los
momentos previos a levantar la copa. ¿Quién la toma? Cristián Martínez, el
último ídolo cruzado y que es quien más merecía este título según palabras de
él. “Para mi mamá, para mi papá, para mis hijos, para los cruzados”, y comenzó
la fiesta.
Acá un recuento de los 11 títulos locales de Universidad Católica:
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